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El diario de una clavadista <~
Por:
Stephanie Cabrera Barbosa
19 de Diciembre del
2014.
Hoy emprendí un
viaje a Acapulco hacia una de las competencias más importantes que se realizan
en el año.
Legue al deportivo
alrededor de las 11:00 am. Y desde el momento que los entrenadores empezaron a
organizar a sus clavadistas, sentí la
emoción de felicidad y alegría de formar parte una vez más de ese evento.
Para poder competir
ese día, tenía que realizar clavados que ya llevaba tiempo que no hacía y cuando Josué (mi
entrenador) me pidió que subiera a las plataformas para que empezara a tirar*,
sentí como un escalofrió me recorrió la espalda al pensar que tenía que subir y tirar*.
Al subir a la plataforma
de 5m. Tenía que hacer una vuelta y media en posición “C” que era lo que más me
costaba trabajo; pero al ver a mis entrenadores debajo de las plataformas y al
ver a mi compañeros detrás de mi dándome ánimos, deje de sentir temor por lo
que fuera a suceder en el aire y…
Me lance al agua…
Poco a poco sentí
todos los movimientos que tenía que hacer en el aire antes de caer para poder
tener buena calificación en mi clavado, al salir de la plataforma brinque hacia
delante y me cerré en “bola” y espere a dar una vuelta para abrir* y después quedar
en posición vertical con la vista al agua.
Como tenía la
certeza de que mi clavado había sido muy bueno, apresure mi salida del agua
estirando lo más posible mi cuello para
alcanzar a escuchar mis calificaciones. Mi sonrisa no se dejo esperar al
escuchar: 6.0, 6.5, 6.0. En ese momento evidentemente no me pude sentir más
feliz y satisfecha ya que me había ido
bastante bien en el calvado al que mas temor tenía.
Mi segundo clavado
fue más fácil que el primero ya que era un simple adentro en posición “C”; con
lo que obtuve 4.0, 3.5, 4.5 .
El último clavado
fue un tanto difícil ya que había que realizarlo desde una plataforma de 3m. Y
yo para 3m. Solo entreno en trampolines, y tenía que tirar* un simple atrás en
posición “C” mis calificaciones fueron 5.5, 4.5, 5.0 .
---Pareciera
que mis calificaciones en los clavados no fueran buenas si tomamos como
referencia o comparamos con las notas del colegio y no es por nada pero aun no
soy una clavadista profesional esos que compiten en olimpiadas, panamericanos,
mundiales que ellos en ocasiones los califican
con 7 y escasamente con 9 o 10.---
Al terminar la
competencia los resultados fueron excelentes, de 8 competidoras de diferentes deportivos yo me
quedé con la medalla de plata de un muy preciado segundo lugar.
Una vez concluida
la premiación, las felicitaciones y las fotografías, todo el equipo, familiares
amigos y clavadistas nos dirigimos a hospedarnos en un confortable hotel a
disfrutar de un reparador y merecido, muy merecido descanso, pues esto aún no
terminaba.
20 de Diciembre de
2014
En el desayuno entre
pláticas, anécdotas e historias, los gratos recuerdos y experiencias, nos
encaminaron a la idea de ir a dar la vuelta con los diferentes equipos de
clavados, ni más ni menos al famoso centro turístico de “La Quebrada” y no precisamente
a disfrutar del show que ahí se presenta….
Al llegar a “La Quebrada”
cada uno de nosotros se reunió con su entrenador para recibir indicaciones; César
(el otro entrenador de mi equipo) me preguntó si aceptaba el reto de tirar
desde algún punto de “La Quebrada” a lo que yo sin titubear e inmediatamente
respondí que si, por supuesto, esta experiencia nunca la dejaría ir de mis
manos, por lo que él con una sonrisa inspiradora, me pidió que bajara poco a
poco por las rocas para dirigirme al punto donde después pudiera escalar hacia
“la base” y evitar en la medida de lo posible caer sobre erizos de mar y
cangrejos.
Al llegar a la roca
donde nos permitían tirar* (a una altura de entre 5 y 6 metros dependiendo de
la marea) de pronto sentí un vértigo horrible al ver la distancia que separaba
a la roca del mar sin embargo César al percibirme, dulcemente me tranquilizo inspirándome
confianza y repitiendo que eso lo sabía hacer muy bien, que no tenía por qué
temer ya que iba a hacer lo mismo que siempre hago, solo que la diferencia era
que ahora estaría entrando al mar y así me dispuse a escuchar con atención
todas y cada una de las instrucciones para que pudiera entrar bien al agua cuando
la marea subiera, separarme y no caer sobre las rocas.
Cuando inminentemente
llegó mi turno para “clavarme” active todos mis sentidos, sentía la brisa,
escuchaba las olas romper, olía el agua salada, observé cuidadosamente como
subía la marea al punto donde tenía que caer y así al recibir la señal (escuchar
el grito de salida) de uno de los otros entrenadores me lance con un tanto de inseguridad
y temor al agua…
Al entrar sentí la
necesidad de salir inmediatamente a la superficie ya que temí golpearme con las
rocas que se encontraban al fondo. Intente abrir los ojos dentro del agua, como
usualmente hago en la alberca de entrenamiento después de caer pero… ¡vaya
sensación nueva y extraña! el agua salada hacía arder mis ojos, no los podía abrir
y por un momento me impedía ubicar mi lugar en el mar.
Al salir del mar y
conocida la sensación, me dispuse a lanzarme unas tres veces más, yo por mi
hubiera repetido y repetido, pero evidentemente por tratarse de una actividad
de riesgo, los responsables nos apuraron ya a salir y encontrarnos con nuestros
papás que estaban pálidos e incrédulos al ver lo que nos arriesgábamos a hacer.
Ese día me sentí
muy orgullosa de mí ya que hasta hoy, ésta ha sido la experiencia y la hazaña más
grandiosa que he hecho a lo largo de mi vida.
Después de esa
increíble práctica, nos dispusimos a disfrutar de algunas bebidas frescas,
deliciosos helados de coco y a regresar a nuestro refugio a meditar lo hecho, a
refrescarnos y a y a organizar nuestra próxima salida del día siguiente.
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