lunes, 19 de enero de 2015

El diario de una clavadista

~> El diario de una clavadista <~
Por: Stephanie Cabrera Barbosa

19 de Diciembre del 2014.
Hoy emprendí un viaje a Acapulco hacia una de las competencias más importantes que se realizan en el año.
Legue al deportivo alrededor de las 11:00 am. Y desde el momento que los entrenadores empezaron a organizar a sus clavadistas,  sentí la emoción de felicidad y alegría de formar parte una vez más de ese evento.  
Para poder competir ese día, tenía que realizar clavados que ya llevaba  tiempo que no hacía y cuando Josué (mi entrenador) me pidió que subiera a las plataformas para que empezara a tirar*, sentí como un escalofrió me recorrió la espalda al pensar que tenía que  subir y tirar*.
Al subir a la plataforma de 5m. Tenía que hacer una vuelta y media en posición “C” que era lo que más me costaba trabajo; pero al ver a mis entrenadores debajo de las plataformas y al ver a mi compañeros detrás de mi dándome ánimos, deje de sentir temor por lo que fuera a suceder en el aire y…
Me lance al agua…
Poco a poco sentí todos los movimientos que tenía que hacer en el aire antes de caer para poder tener buena calificación en mi clavado, al salir de la plataforma brinque hacia delante y me cerré en “bola” y espere a dar una vuelta para abrir* y después quedar en posición vertical con la vista al agua.
Como tenía la certeza de que mi clavado había sido muy bueno, apresure mi salida del agua estirando lo más posible mi cuello  para alcanzar a escuchar mis calificaciones. Mi sonrisa no se dejo esperar al escuchar: 6.0, 6.5, 6.0. En ese momento evidentemente no me pude sentir más feliz y satisfecha  ya que me había ido bastante bien en el calvado al que mas temor tenía.
Mi segundo clavado fue más fácil que el primero ya que era un simple adentro en posición “C”; con lo que obtuve 4.0, 3.5, 4.5 .
El último clavado fue un tanto difícil ya que había que realizarlo desde una plataforma de 3m. Y yo para 3m. Solo entreno en trampolines, y tenía que tirar* un simple atrás en posición “C” mis calificaciones fueron 5.5, 4.5, 5.0 .
---Pareciera que mis calificaciones en los clavados no fueran buenas si tomamos como referencia o comparamos con las notas del colegio y no es por nada pero aun no soy una clavadista profesional esos que compiten en olimpiadas, panamericanos, mundiales que ellos en ocasiones los califican con 7 y escasamente con 9 o 10.---
Al terminar la competencia los resultados fueron excelentes, de 8  competidoras de diferentes deportivos yo me quedé con la medalla de plata de un muy preciado segundo lugar.
Una vez concluida la premiación, las felicitaciones y las fotografías, todo el equipo, familiares amigos y clavadistas nos dirigimos a hospedarnos en un confortable hotel a disfrutar de un reparador y merecido, muy merecido descanso, pues esto aún no terminaba.







20 de Diciembre de 2014
En el desayuno entre pláticas, anécdotas e historias, los gratos recuerdos y experiencias, nos encaminaron a la idea de ir a dar la vuelta con los diferentes equipos de clavados, ni más ni menos al famoso centro turístico de “La Quebrada” y no precisamente a disfrutar del show que ahí se presenta….
Al llegar a “La Quebrada” cada uno de nosotros se reunió con su entrenador para recibir indicaciones; César (el otro entrenador de mi equipo) me preguntó si aceptaba el reto de tirar desde algún punto de “La Quebrada” a lo que yo sin titubear e inmediatamente respondí que si, por supuesto, esta experiencia nunca la dejaría ir de mis manos, por lo que él con una sonrisa inspiradora, me pidió que bajara poco a poco por las rocas para dirigirme al punto donde después pudiera escalar hacia “la base” y evitar en la medida de lo posible caer sobre erizos de mar y cangrejos.
Al llegar a la roca donde nos permitían tirar* (a una altura de entre 5 y 6 metros dependiendo de la marea) de pronto sentí un vértigo horrible al ver la distancia que separaba a la roca del mar sin embargo César al percibirme, dulcemente me tranquilizo inspirándome confianza y repitiendo que eso lo sabía hacer muy bien, que no tenía por qué temer ya que iba a hacer lo mismo que siempre hago, solo que la diferencia era que ahora estaría entrando al mar y así me dispuse a escuchar con atención todas y cada una de las instrucciones para que pudiera entrar bien al agua cuando la marea subiera, separarme y no caer sobre las rocas.
Cuando inminentemente llegó mi turno para “clavarme” active todos mis sentidos, sentía la brisa, escuchaba las olas romper, olía el agua salada, observé cuidadosamente como subía la marea al punto donde tenía que caer y así al recibir la señal (escuchar el grito de salida) de uno de los otros entrenadores me lance con un tanto de inseguridad y temor al agua…
Al entrar sentí la necesidad de salir inmediatamente a la superficie ya que temí golpearme con las rocas que se encontraban al fondo. Intente abrir los ojos dentro del agua, como usualmente hago en la alberca de entrenamiento después de caer pero… ¡vaya sensación nueva y extraña! el agua salada hacía arder mis ojos, no los podía abrir y por un momento me impedía ubicar mi lugar en el mar.
Al salir del mar y conocida la sensación, me dispuse a lanzarme unas tres veces más, yo por mi hubiera repetido y repetido, pero evidentemente por tratarse de una actividad de riesgo, los responsables nos apuraron ya a salir y encontrarnos con nuestros papás que estaban pálidos e incrédulos al ver lo que nos arriesgábamos a hacer.
Ese día me sentí muy orgullosa de mí ya que hasta hoy, ésta ha sido la experiencia y la hazaña más grandiosa que he hecho a lo largo de mi vida.
Después de esa increíble práctica, nos dispusimos a disfrutar de algunas bebidas frescas, deliciosos helados de coco y a regresar a nuestro refugio a meditar lo hecho, a refrescarnos y a y a organizar nuestra próxima salida del día siguiente.







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